Mientras suena una suite de Bach

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Escrúpulos de narrador: no falsear los hechos, cuidar los adverbios modales, evitar los recursos cinematográficos. ¡Al diablo! Qué importa que la suite no sonara mientras ocurrían los hechos, sino mientras los escribo. Si ella no tuvo escrúpulos, ¿por qué he de tenerlos yo? El punto es lograr un buen efecto dramático, y qué mejor recurso que un fondo musical reposado y melancólico con que aderezar la secuencia.
Si se tratara de un filme tendría que ajustar la banda sonora a la acción, pero en este caso puedo conformarme con dejar la pregunta en el aire: ¿hacerlo le habrá tomado tanto tiempo como el que dura la suite? Mirarlo, cinco segundos. Taparle la cara con la almohada, dos minutos. Sacarlo de la cuna, un minuto. Abrir su vientre y vaciarlo de tripas, cinco minutos. Llenarlo con bolsitas de cocaína, dos minutos. Coserlo, diez minutos.
Dejo a la imaginación del lector los pormenores del trayecto al aeropuerto, el control de inmigración, el arribo, el desenfreno de los festines: escribir un cuento como éste lleva tiempo y la suite se está terminando.

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