El mismo dedo índice derecho del cuento anterior

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Ahora la mano reposa en la mesa, inmóvil sobre su canto exterior. El dedo índice derecho ha adoptado su posición natural, distendido aunque algo doblado hacia adentro, señalando la frente de la mujer e imposibilitado de hacer contacto con la mesa o ninguna superficie, como no fuera la del vaso de vidrio lleno a medias de ginebra. Pero para llegar a éste, la cabeza tendría que levantarse, apartarse de la mesa, abrir los ojos, ordenar al brazo derecho que se mueva un poco al frente, ordenar a la mano que vuelva en sí, a los dedos que se aferren al cristal ya casi a temperatura ambiente, que es como decir no más de quince grados, pues ya son las tres de la madrugada.
Pero eso no ocurrirá, porque el mensaje en clave Morse que escribió el dedo unas horas antes era la repetición indefinida, monocorde, de la pregunta: ¿qué importa? Y el comienzo del mensaje nunca fue escrito, pues cuando podía haberlo hecho, el dedo estaba con los otros asiendo el vaso lleno y frío. Así que no se puede saber qué es lo que no importaba. Tal vez ni siquiera la propia mujer lo sabe, porque el mensaje era de un dedo índice autónomo, un mensaje formulado a despecho de cuanto ella pudiera pensar, si es que entonces en realidad pensaba.
Y cuando el dedo comenzó a escribir su señal, la mano izquierda aferró el vaso que de forma periódica alguien llenaba, a intervalos de veinte minutos al principio y cinco al final. Y en el intermedio la cabeza se apoyaba en la mano izquierda y oscilaba -como ya se dijo en el otro cuento.
De pronto resbaló, giró en el aire producto de la inercia y cayó en arco, de frente, hasta que la ceja derecha se hincó en la madera a unos centímetros del borde y sirvió de bisagra para que la cabeza oscilara no más de ocho grados. Luego la nariz se dobló un poco abajo y a la izquierda al contacto con la madera, para detener ese movimiento corporal, ya no voluntario –como el del índice al comienzo de la noche entre la primera y la octava ginebra seca-, pero sí al menos autónomo –diferente por cierto al de mañana por la mañana cuando alguien venga a mover el cuerpo.

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