El viento ruge sobre los campos amarillos. Braman los bisontes, galopan los caballos y los albatros en su vuelo resplandecen cual banderas.
Escucho voces jóvenes que conversan en otro idioma. Risas plateadas que saborean melocotones, guanábanas, albaricoques, higos rellenos de miel y ciruelas, panecillos glaseados, mozambiques en conserva.
Son jóvenes, tan jóvenes y sonrosados y flexibles que parecen el velamen de un bergantín. Viven en esa casa, esbelta y roja, hecha de tablas de cedro, con verticales ventanas en marcos que ellos pintaron con el verde de sus sosiegos.
Ellos toman vino blanco. En su mantel hay quesos y almendras y codornices en salsa de hierbas y naranja. Ellos han hecho silencio para escucharme y sin dejar de sonreír se miran y hablan unas frases en su idioma.
El sol resplandece. La brisa es un bisonte gris que escapa. Los jóvenes me observan. Uno se pone en pie y la piedra en su mano significa sale mendigo.
Amarillo
20:48
Etiquetas:
cuento
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